Ayer fuimos a ELORA, precioso pueblito junto a un río espectacular, con espectaculares paisajes, es decir, lo que viene siendo CANADA.
Nos costó dos horas de viaje, más una porque Ailsa se perdió en las carreteras canadienses.
Pero no hay que por bien no venga, y en el camino para encontrar ELORA descubrí que junto a las carreteras los granjeros construyen aveces una pequeña casitas de madera para vender sus productos; lo curioso del caso es que los granjeros no están, pero si los productos, es decir, el origen del "sírvase usted mismo". El procedimiento es como sigue: el cliente entra, examina el producto, ¿le convence? pues se lo lleva, eso sí, pagando la cantidad correspondiente previamente etiquetada por el granjero, deducimos que en este país existe una confianza ciega en el prójimo y, por supuesto, no mucha sangre latina.
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